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La carga y descarga de mercadería, en un amplio radio de la ciudad, está regulada. La ordenanza establece que debe realizarse de 6 a 11 y de 13 a 16.30 pero como siempre ocurre, la disposición es letra muerta gracias a los casi exiguos controles de tránsito que existen y porque las empresas siempre encuentran argumentos para saltar las reglas (como por ejemplo, la imposibilidad de adecuar la jornada laboral a esos horarios).
Por eso, es común ver camiones, camionetas o utilitarios de reparto estacionados en doble fila, en horas pico, en calles céntricas y a uno y otro lado de la calle, entorpeciendo el tránsito pero sin que los conductores de esos vehículos se inmuten.
Días atras, un hecho poco usual ocurrió en el centro: un inspector de tránsito hacía un control. Vio un camión estacionado en doble fila, estacionó su moto y descendió. Se acercó hacia el vehículo, pitó el silbato una, dos, tres veces. Y nada. Comenzó a labrar la boleta y cuando terminaba, dos hombres llegaron, se deshicieron en disculpas, eligieron un par de excusas sobre el porqué de su comportamiento errado y se fueron con la misión cumplida: descargaron en infracción y evitaron irse con una multa en la mano.
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