Arriba: dos niños van de esquina a esquina por la vereda de la calle Moreno
y Martín Fierro. Abajo: un cuatriciclo a toda velocidad en Playa Unión
circula cerca de un niño que juega en la arena y que no nota su presencia.
Las huellas dejan ver que la playa es zona dominada por esos vehículos.
En estos tiempos donde los límites que deben establecer los padres con sus hijos están tan difusos y la función del Estado, como responsable primario de ofrecer seguridad pública, tan ausente, esa falta de reglas y de control se traslada a lo que a diario se vive en las calles.
El malestar de los vecinos por el uso de cuatriciclos de elevada cilindrada por parte de niños que muchas veces no superan los 10 años, crece de manera proporcional a la cantidad de esos motovehículos que transitan por la ciudad. En especial durante los fines de semana, lo que ocurre en los barrios de las afueras, como San Benito, Los Mimbres o Las Margaritas, es la mejor demostración de la falta de controles que hoy existe, tanto fronteras afuera como adentro del núcleo familiar.
Cuatriciclos manejados por niños y que por lo tanto no tienen la más mínima capacidad física para dominar esos pesados vehículos, como tampoco capacidad para comprender las severas consecuencias que una mala maniobra podría ocasionarles a ellos como a terceros, van por las calles a toda velocidad, frenan de golpe en el ripio para hacer
coleadas, corren carreras en angostos lugares y hacen lo que quieren, a su antojo. Sin casco, claro.
¿Quién controla? ¿Qué dice la ley de tránsito de Trelew? No mucho. Es más, demasiado poco teniendo en cuenta el descomunal crecimiento que este tipo de vehículos está teniendo en esta región.
La ley nacional de Tránsito (que es la N° 24.449) fue sancionada en 1994 y en ese momento, los cuatriciclos no entraron en la categorización que se hizo entre los vehículos permitidos para circular en la vía pública.
A medida que su uso se fue masificando, cada provincia y, a su vez, cada municipio fue tomando sus propias determinaciones. Por eso el pandemonium domina. No hay normas comunes y cada comuna establece su marco legal. Eso queda claro en nuestra provincia: en la localidad de
Sarmiento, por ejemplo, se estipuló con claridad quién puede manejarlos, dónde y cuáles son los requisitos. El municipio de
Esquel también se ocupó del tema y dispuso que sean los mayores de 16 años los autorizados, prohibiéndoles llevar pasajeros.
En
Comodoro Rivadavia el municipio adhirió "íntegramente" a la ley nacional de Tránsito en cuya letra la categoría "cuatriciclo" no existe.
Fue en la ciudad petrolera cuando, durante el verano pasado, el subsecretario de Tránsito y Transporte, Mario Cabezas, dejó clara la posición del gobierno municipal sobre el uso de esos vehículos: "Hay gente que gana mucha plata y piensa que el mejor juguete para regalarle a un chico es un cuatriciclo. Son juguetes mortales y acá, irán a parar al corralón", dijo.
La zona de grises legales es inmensa. En Trelew no hay una ordenanza específica para determinar su uso, como sí lo hicieron Sarmiento y Esquel. Aquí, los concejales y el Ejecutivo parecen no estar preocupados por un tema que en cualquier momento amenaza con ser tapa de los diarios.
El artículo cuatro de la
norma a través de la cual Trelew adhiere a la ley nacional de Tránsito determina: "
La edad mínima prevista en el artículo 11 de la Ley 24.449, para conducir ciclomotores y cuatriciclos motorizados de hasta cincuenta (50) centímetros cúbicos, será de doce (12) años, en tanto no lleven pasajeros". Sin embargo, el artículo quinto de la reglamentación de esa norma, dedicado a enumerar las definiciones de la ley, no menciona en ningún momento la categoría "cuatriciclos". Por eso, hay opiniones encontradas sobre si pueden rodar o no por la ciudad.
La situación se repite en Rawson donde no se observa que se trabaje para ordenar su uso teniendo en cuenta la inminente temporada estival, donde los conductores de los
cuatri se sienten amos y señores de la playa.
La falta de controles y de sanciones se evidencia de manera cotidiana. La carencia de criterio por parte de las autoridades provinciales y municipales, sobre la necesidad de dictar una ley común no hace más que ahondar la política del vale todo que hoy rige.
Detrás de la omisión o la inacción, siempre llegan los lamentos. Y siempre, siempre, es tarde para hacerlos.