TRELEW - CHUBUT | PATAGONIA | AÑO DOS

domingo, 13 de febrero de 2011

Apostilla del verano

Sorpresa y media. Con un mensaje de texto, el tesorero informó que efectivamente se produjo un error en el cajero y me depositó el dinero en mi cuenta.

Digan lo que digan, los bancos tienen mala prensa. Tras la debacle económica de diciembre de 2001 que Domingo Cavallo coronó con el corralito financiero y la posterior pesificación asimétrica, su imagen pública se destruyó.
Hasta el día de hoy, si bien recuperaron gran parte del terreno perdido, se los mira con recelo y, por sobre todo, con desconfianza.
Eso sentí el viernes último cuando en camino de regreso de mis vacaciones, realicé una extracción de dinero en un cajero del Banco Nación, en Azul y la máquina entregó $ 100 menos de lo pedido, pese a que en el comprobante figuraba como extraído el monto solicitado.
Aunque era temprano por la mañana, y la entidad aún no estaba abierta, toqué a la puerta, atendieron, expliqué la situación, pidieron que esperara y unos pocos minutos después salió el tesorero de la entidad a escuchar lo ocurrido. Me explicó que nada podía hacer hasta las tres de la tarde, cuando se abría el cajero y solicitó que volviera en ese momento.
Puesto en conocimiento de que estaba de paso, camino al sur, sacó fotocopia de mi tarjeta de débito, cédula de identidad, ticket emitido por el cajero y se ofreció a depositarme el dinero, en caso de comprobar que efectivamente se había producido un error.
Camino a Trelew di por perdido el dinero, recordé el episodio de Puerto Madryn (donde el Banco Galicia tuvo que indemnizar a una señora por un hecho similar), me autoalegré de que afortunadamente "era poco", pensé posibles caminos de demanda y me lamenté por no haber dejado asentado en ningún lugar mi reclamo. Sólo tenía la palabra del tesorero, cuyo apellido no recuerdo.
Minutos después de las tres de la tarde, un mensaje de texto llegó al celular de un compañero de viaje. Era el tesorero del Banco Nación de Azul, que me informaba que había depositado el dinero en mi cuenta y me agradecía por confiar.
En verdad, no confié. Y me disculpo por eso. El mensaje me sorprendió, realmente. Me fui de Azul convencida de que había perdido 100 pesos a manos de una máquina, que los bancos son todos iguales, que el consumidor siempre pierde y muchos otros pensamientos que iban en esa línea..
Con su honesta acción, el señor demostró que pese a lo que la realidad nos enfrenta de manera cotidiana, el valor de la palabra empeñada no está en desuso. ¡Qué bueno es saberlo!

7 comentarios:

Lectora dijo...

Una pequeña muestra de que no todo está perdido.
Gracias por compartirlo.

Anónimo dijo...

Yo sigo confiando en las personas ,no en todas pero sí en muchas ,no te parece ???

Quique Figueroa dijo...

Esta noticia demuestra que existe un conjunto de personas que cumple bien su laburo (resta saber el cardinal de dicho conjunto, cantidad de elementos que lo componen).
De todos modos, celebro al cajero, y a Vd. por dar testimonio de este pequeño GRAN hecho.
Bienvenue! Trelew y su gente, clamaban por esta tribu.

María Giselle Castro dijo...

Lectora, Anónimo, Quique... qué se yo, fue un gesto que me sorprendió. Está claro que no esperaba que ocurriera y lo conté en el blog porque, como ustedes, celebro que valores básicos como la honestidad sigan vigentes en esta selva en la vivimos, donde el maltrato agobia. ¡Gracias por participar!

Gerity dijo...

Como a contar, a cambiar se empieza por uno.

Anónimo dijo...

que bueno!! ese Sr. debería dar clases de etica en el Banco chubut ya que el año pasado el cajero me entrego 100 pesos menos y cuando volvi a los Dos minutos a reclamarle me dijo que esperara a que cerrara la caja y alli saltaria el error Al fin del dia: cierre de caja no le dio " ningun error" ....... y yo sin pruebas mas que mi palabra..... no pude hacer anda.........

Somos dos dijo...

Anónimo, a mí me pasó lo mismo hace unos cuantos años, también en el Banco Chubut de Rawson. Pero los 100 me los birló una cajera de carne y hueso. Y tuve igual final, al cierre de caja no había ningún sobrante.

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